ORÍGENES
El Marqués de Albaserrada adquirió en 1912 una porción de la
ganadería de su hermano, el Conde de Santa Coloma. Los distintos tratadistas
coinciden en señalar que las reses transferidas constituían la parte de origen
Saltillo existente en la vacada del Conde, y así fue en realidad, aunque también
es verdad que entraron en la operación una minoría de ejemplares procedentes de
Ibarra y de la misma forma, Santa Coloma, se reservó los mejores animales
oriundos de Saltillo.
Albaserrada mantuvo la ganadería hasta su fallecimiento, ocurrido en 1920, y un
año después fue vendida a José Bueno. Más tarde quedo en poder de su viuda,
Juliana Calvo, que agregó en 1930 otras noventa y dos vacas del Conde de Santa
Coloma.
La vacada fue posteriormente heredada por los hermanos Escudero
Calvo, bajo cuya dirección fue degenerando, perdiendo paulatinamente su buen
cartel y desapareciendo de todas las plazas importantes. Entre 1961 y 1965 fue
adquirida por Victorino, Adolfo y Venancio Martín Andrés, quienes acometieron
con éxito la tarea de recuperar la ganadería.
EL PROTOTIPO DEL ENCASTE DE
ALBASERRADA
Las reses de Albaserrada son muy similares morfológicamente a
las de puro origen Saltillo, presentando tan solo algunas pequeñas diferencias.
De hecho se puede asegurar que un toro de Albaserrada tiene cuatro quintas
partes de Saltillo por una quinta parte de Santa Coloma.
Esta distribución porcentual se traduce en un tipo de vacuno
que luce capas cárdenas y negras, acompañadas por accidentales entrepelados,
bragados, meanos, rabicanos y más raramente salpicados, listones y ojalados.
Se trata de ejemplares de talla media, finos de tipo y de piel,
que exhiben tradicionalmente perfiles cefálicos rectos, aunque en la actualidad
también aparecen algunos toros subconvexos. Presentan la cabeza estrecha,
alargada y voluminosa, con forma de triángulo isósceles invertido, de sienes
estrechas y morro afilado (hocico de rata). De forma minoritaria aparecen
algunas reses más anchas de sienes, chatas y de hocico más amplío,
identificables con una mayor influencia de sangre Santa Coloma.
Los ojos de los "albaserradas" son muy saltones, dotados de
gran viveza en la mirada y que dan sensación de estar situados en una posición
más anterior que en los restantes vacunos de la raza, debido a su tamaño grande
y a la menor anchura que tiene el hueso frontal.
Las encornaduras suelen ser finas en su base y en todo su
trayecto, alcanzando un nivel de desarrollo considerable. Normalmente se dirigen
hacia arriba, con distintos grados de curvatura, dando lugar a ejemplares
veletos, cornivueltos y cornipasos. Estos tipos de astas son los más
característicos en los "albaserradas" por afinidad con los "saltillos", pero
también aparecen ejemplares acapachados, corniapretados, cornidelanteros e
incluso gachos, evidenciando su otra rama de procedencia, la derivada de Santa
Coloma.
El cuello de los toros de Albaserrada es largo y muy móvil, con el morrillo
marcado y con un desarrollo discreto, aunque no suele ser muy prominente. Además
son degollados de papada, característica que afina la línea de los ejemplares y
destaca en mayor medida la armonía del cuello. La inserción de la cabeza en éste
suele ser brusca y en forma de golpe de hacha.
La línea dorso-lumbar es recta, el vientre recogido, la grupa
redondeada y las extremidades largas, finas y fuertes.
En su mayoría los ejemplares de este encaste responden de una
forma muy fiel al prototipo definido al hacer referencia a las reses de
Saltillo, con tres diferencias destacables y es que los Albaserrada alcanzan
mayor tamaño y peso corporal que los "saltillos" puros y además suelen tener
encornaduras más desarrolladas que éstos.
LAS VACAS DEL ENCASTE DE
ALBASERRADA
Las hembras son de talla y peso medios, luciendo
predominantemente un perfil cefálico recto, aunque también aparecen algunas
subcóncavas, entre las que acusan mayor influencia de la sangre Santa Coloma, y
otras subconvexas que son considerablemente más "asaltilladas".
Por lo general tienen la cabeza alargada y en forma de
triángulo isósceles de base superior y vértice inferior. Los ojos son grandes,
saltones y se sitúan en una posición muy alta y considerablemente más frontal,
que en el resto de los vacunos de la raza, Son estrechas de sienes y presentan
por lo general el hocico afilado (hocico de rata) tan característico en todas
las líneas ganaderas influidas por la sangre de Saltillo.
Su cara es lavada y los cuernos tienen una inserción alta, son
de coloraciones oscuras (astisucios y astinegros), muy finos en la base, en todo
su trayecto y en los pitones, predominando los ejemplares cornalones. En cuanto
a su dirección abundan más las veletas, cornivueltas y cornipasas, dándose
también comidelanteras. Las acapachadas y corniapretadas, que también son
frecuentes, denotan una mayor influencia de Santa Coloma y suelen presentar el
morro más ancho.
El cuello de las vacas de Albaserrada es largo y fino, con la
papada muy poco perceptible (degolladas). La línea dorso-lumbar suele ser recta
o un poco ensillada, la grupa más bien angulosa y la línea ventral de desarrollo
discreto. Las extremidades son finas y de mayor longitud que las de las hembras
puras de Saltillo o de Santa Coloma, mientras que la cola es fina y larga, con
borlón abundante.
Las capas son predominantemente cárdenas oscuras y negras,
dándose también los restantes pelajes de la gama cárdena, aunque las variedades
claras son menos frecuentes. Entre los accidentales que acompañan a estas pintas
el más representativo es el entrepelado y también abundan el bragado, bocinegro,
ojalado y rabicano. Menos frecuentes son el salpicado y el listón.
EL COMPORTAMIENTO DEL ENCASTE DE
ALBASERRADA
En cuanto a sus condiciones para la lidia, los "albaserradas"
han resultado tradicionalmente tan agresivos como desiguales. En conjunto han
sido siempre toros muy encastados, dotados de una gran viveza y agilidad, fieros
y bastante complicados para los toreros por su facilidad para aprender.
Durante muchos años los toros de este origen no han tenido
término medio, pareciendo algunos extremadamente bravos y espectaculares en su
pelea dutnte el primer tercio, dotados de una extraordinaria transmisión,
temple, calidad capacidad para humillar ante los engaños de los toreros, aunque
nunca son )ntos, ni fáciles de lidiar, Junto a éstos, han abundado otros mansos
y encastaos a la vez, muy listos, sin entregarse, con tendencia a quedarse muy
cortos en muleta y dispuestos a herir a los diestros al menor descuido.
En las últimas décadas estas características típicas de los
"albaserradas" han alcanzado su máximo esplendor en los aspectos positivos,
logrando aunar la bravura que se les reconoce históricamente con una mayor
regularidad hasta convertirse en ejemplares capaces de encumbrar y consagrar
profesionalmente a los toreros, asegurando casi siempre un magnífico espectáculo
para los buenos aficionados.
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